Leer libros online, de manera gratuita!!

Estimados lectores nos hemos renovado a un nuevo blog, con más libros!!, puede visitarlo aquí: eroticanovelas.blogspot.com

Últimos libros agregados

Últimos libros agregados:

¡Ver más libros!

¡Ni lo sueñes! - Megan Maxwell Cap.1


Dos días después el humor de Rubén era pésimo. Cada vez que aparecía
una enfermera para cogerle una vía, revisarle algún gotero o darle alguna
medicación, protestaba. Todas las que al principio se habían peleado por
atenderle, ya no querían ni acercarse a su planta. Era tal su grado de
intolerancia que comenzaron a pensar que el simpático jugador español del
Inter de Milán se había vuelto loco.
Por la tarde, cuando llegó Jandro, intentó hablar con él. Si el mexicano
no conseguía hacerle sonreír, no lo haría nadie. Y sí, Jandro lo consiguió.
Cuando entró una joven rubia en la habitación, Jandro dijo en español.
—Mira, colega… una linda italiana viene a visitarte.
Rubén miró a la joven de arriba abajo: rubia, con una coleta algo
deshilachada y unas horribles botas militares. Sorprendido por el
comentario de su amigo sonrió con desgana.
—Colega, tu gusto por el sexo opuesto va de mal en peor.
Jandro miró a la joven que seguía sonriendo, sin inmutarse por aquel
despectivo comentario. Dedujo que ella no se había enterado de nada y
suspiró. De repente, sonó el móvil de Rubén, que contestó contento al
comprobar que se trataba de una de sus chicas. Habló con ella unos
segundos y cuando colgó, comentó:
—Estefanía te manda recuerdos.
—¡Wooo me alegra saberlo! —se mofó Jandro —. ¿Está en Italia?
—No, dice que ha leído la noticia de mi lesión en un periódico
portugués. Cuando haga escala aquí ha prometido visitarme. Y ya sabes lo
que quiere decir eso…
—Que suertudo eres, amigo. ¡Menuda potra!
Siguieron con la guasa cuando Rubén reparó de repente en que la
muchacha continuaba allí leyendo el informe de su fractura, y cuchicheó:
—¿Tú has visto el enorme trasero que se le ve con esa bata blanca? Y
eso por no hablar de… ¿pero dónde se ha dejado esta mujer los pechos?
—Rubén… calla… —le recriminó Jandro. Estaba exagerando.
En ocasiones ambos eran mordaces con las mujeres y esta estaba siendo
una de esas veces. Por su condición de futbolistas famosos, las nenas más
impresionantes de la Tierra se tiraban a sus brazos y ellos solo tenían que
elegir. Esa era una de las cosas que más le gustaban de la fama, frente a
otras no eran tan de su agrado.
—Pero si no se entera de nada —se mofó Rubén tocándose su apreciada
melena—. ¿No lo ves? ¿Verdad que no, bella?
Al escuchar aquel calificativo tan italiano, la joven le miró y sonrió con
coquetería. Divertido por aquello, Rubén prosiguió:
—Mira, colega, a excepción de dos bombones morenos que tengo
localizados y de los que ya he conseguido el teléfono, en este hospital están
las tías más feas y asexuales que he visto en mi vida.
Jandro se carcajeó, mientras la enfermera continuaba observando la
pierna de su amigo y apuntaba algo en una tablet.
—Sinceramente Jandro… esta no es de las más feas, pero deja mucho
que desear. ¿Te acuerdas de cuando te lesionaste en Francia? Oh là là
allí sí que eran guapas las chicas.
—Oh, sí… —evocó Jandro—. ¿Recuerdas a Guillermine?
—Oh, sí. Grandes pechos. Culo respingón.
—Y ardiente… —suspiró Jandro.
—Una diosa en la cama y fuera de ella. Así me gustan las mujeres:
arregladas, femeninas, bellas, explosivas… No como esta pobrecita…
¿Has visto que pelos lleva? —Jandro asintió. Esa mujer con su coleta mal
cogida en lo alto de la cabeza no era nada de lo que su amigo decía—. Y ya
no hablo de que va con botas horrorosas, antimorbo.
La joven seguía a lo suyo mientras ellos despotricaban sin parar sobre su
apariencia, hasta que Jandro cuchicheó:
—Todo lo que tú digas, pero esta tiene un trasero perfecto para darle un
buen azote.
—Un trasero bien gordo, dirás —se mofó Rubén mirando a la joven que
seguía sin inmutarse—. ¿Qué crees que dirá si le doy un azote?
—Nada: eres Rubén Ramos, «el toro español», el conquistador y
caramelito del Inter de Milán. Si se lo das con dulzura le gustara y te dará
su número de teléfono.
—Dios me libre ¡espero que no!
Se cachondearon y Rubén miró con picardía el trasero de la enfermera.
Lo iba a hacer, iba a darle un azote, pero cuando levantó la mano con
disimulo escuchó.
—¡Ni lo sueñes!
Rubén dejó la mano sobre la cama y la joven de bata blanca con una
amplia sonrisa le miró y añadió en perfecto español:
—Si se te ocurre tocarme, te voy a dar tal tortazo que vas a aprovechar
de él hasta el ruido, ¿entendido?
Los dos jugadores, sorprendidos, intercambiaron una mirada que ponía
en evidencia que la habían cagado, les habían pillado en un renuncio. Ella,
sin embargo, no dejó de sonreír en ningún momento y continuó:
—Si tocas mi gordo trasero sin permiso, cuando toque tu dolorida tibia,
con permiso, seguro que no lo voy a hacer con mucha dulzura, porque a mí,
ni los toros españoles, ni los caramelitos como tú, me impresionan,
¿entendido, señor Rubén Ramos?
Aquella mujer hablaba perfectamente español y les había estado
entendiendo en todo momento. Sin más, se dio la vuelta y se marchó.
Cuando se quedaron solos, se partieron el pecho, mientras Jandro, sin parar
de reír, dijo:
—¡Qué bueno, güey!
Divertidos, continuaron riendo mientras recordaban una y otra vez lo

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ir a todos los Libros