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Capítulo 24
Capítulo 24
—Buenos días.
Abro los ojos; la luz natural me ciega y la
música erótica que sonaba
en el salón comunitario invade mis oídos. El
atractivo rostro de Jesse flota
sobre el mío, cubierto por la barba de un día.
Tiene un aspecto delicioso.
Muevo los brazos para intentar agarrarlo, pero
no responden.
«Pero ¿qué coño...?»
En su rostro se forma una sonrisa oscura y
maliciosa y al instante soy
consciente de lo que ha hecho. Levanto la
vista y veo que tengo las manos
esposadas a la cabecera de la cama.
—¿Pensabas ir a alguna parte? —pregunta.
Lo miro a los ojos y veo que los tiene
cargados de deseo, enmarcados
por sus largas pestañas. Debería habérmelo
imaginado.
—¿Qué vas a hacer? —Tengo la voz áspera por
más de un motivo.
—Vamos a hacer las paces —dice con una media
sonrisa—. Querías
hacer las paces, ¿no? —Enarca una ceja con
confianza.
—¿Un polvo soñoliento? —repongo, probando
suerte. Sé que no voy a
salirme con la mía. No soy tonta.
—No. De eso, nada. Todavía no he pensado qué
nombre voy a ponerle
a éste —dice. Alarga el brazo hacia la mesilla
de noche y coge la bolsa de
seda dorada que nos regalaron en la cena del
aniversario.
No recuerdo haberla traído, pero tampoco
recuerdo cómo llegué a
casa. Me trajo Jesse, y supongo que también
cogió él la bolsa.
Se sienta a horcajadas desnudo sobre mis
caderas y la deja en mi
vientre.
—A ver qué tenemos aquí —murmura metiendo la
mano.
Me muevo un poco intentando ponerme cómoda,
bueno, lo más
cómoda que puedo, teniendo en cuenta que mis
brazos están separados y
sujetos a la cabecera por unas esposas.
Jesse saca un vibrador dorado.
—No necesitamos esto. —Lo mira con cara de
asco y lo tira hacia
atrás por encima de su hombro. Oigo cómo
golpea el suelo de la habitación
—. ¿Qué más hay? —se pregunta. Extrae una
pequeña caja y la tira hacia
atrás también, con una cara más agria
todavía—. Eso tampoco nos hace
falta.
—¿El qué? —pregunto, pero hace como que no me
oye y continúa
hurgando en la bolsa.
A continuación saca un tanga plateado de seda
y lo inspecciona
detenidamente antes de descartarlo también.
—No es de encaje —murmura, y vuelve a rebuscar
en la bolsa.
Observo cómo se divierte, sentado sobre mis
caderas con gesto de
concentración. No parece impresionado. Saca
una tarjeta, la lee y bufa
antes de romperla y tirarla junto al resto de
artículos ofensivos al suelo.
—¿Qué era eso? —pregunto, muy intrigada.
Me mira un momento.
—Nada que vayas a necesitar —gruñe.
—¿El qué?
—Un vale para ponerte bótox —masculla. Me echo
a reír y él me
ofrece una sonrisa malévola. No hay duda de
que fue Sarah quien organizó
las bolsas. Ojalá no lo hubiera roto; podría
haberlo aprovechado ella—.
Estos regalos son una mierda —espeta antes de
sacar un último objeto y de
tirar la bolsa al suelo con el resto del
contenido—. Bueno, esto sí que
parece interesante —murmura, y sostiene un
anillo de goma negra unido a
un artilugio con forma de bala pequeña de
metal.
—¿Qué es eso? —inquiero.
Lo sostiene en el aire y lo observa antes de
mirarme a mí. Sonríe y se
inclina hacia adelante. Me coloca una almohada
debajo de la cabeza y me
da un beso casto en los labios.
—Quiero que lo veas bien —susurra. Vuelve a
colocarse sobre mis
caderas y eleva la pelvis hasta estar de
rodillas.
¿Qué hace? Coge el aro de goma negro, empieza
a deslizarlo por su
erección y de repente lo entiendo todo.
—¡De eso, nada! ¡Si yo no puedo usar
artefactos que funcionen con
pilas, tú tampoco! —grito, irritada, pero
Jesse no me hace caso—. ¡Eh! —
grito de nuevo.
Mantiene la vista fija en sus manos, tira del
aro hasta la base de su
erección y coloca bien la bala en el tronco.
Dejo escapar un bufido y echo
la cabeza hacia atrás para apoyarla en la
almohada mirando al techo.
¡Quiero hacerlo! Incluso sin mirar a la divina
criatura que tengo encima de
mí, en lo único que puedo pensar es en cosas
eróticas con la música
sonando de fondo.
—Mírame —ordena, pero yo mantengo la vista
fija en el techo. Siento
cómo el colchón se hunde junto a mi cabeza
cuando apoya el puño en él.
Me agarra de la mandíbula con la otra mano—.
Mira. —Es ese tono que
me impide desobedecer. Me sacude el mentón
ligeramente y mis ojos
descienden hacia los suyos. Sus pozos verdes
brillan de lujuria y sus labios
se separan—. Bésame, Ava. —Baja la cabeza y yo
elevo la mía para
pegarlo a mí sin demora.
Ataca mi boca con avidez, la conquista con su
lengua y gruñe de
satisfacción. Sé que voy a acabar jadeando y
temblando y que no hay nada
que pueda hacer para evitarlo.
Ese beso animal provoca que mis sentidos se
saturen con ansia de
más, y de repente se aparta y sollozo.
—Vas a mirar —dice, y me muerde el labio.
—¡Apaga la música! —espeto, un poco
desafiante.
Me agarra de la cadera y me lanza una mirada
de advertencia.
—¿Por qué? ¿Te estás poniendo cachonda? —No lo
dice en broma.
Anoche se percató de mi reacción ante la
música y ahora la está usando en
mi contra.
Esto va a ser una tortura. Se aparta de mi
rostro y se aferra a mi
pezón, absorbiéndolo con fuerza. Arqueo el
cuerpo, gimo, cierro los ojos y
busco dónde ocultar mi rostro. Es imposible.
—¡Abre los ojos! —ladra, y me aprieta la
cadera de nuevo.
Los abro al instante mientras él pasa a mi
otro pecho y vuelve a
repetir su acción, lamiendo, mordiendo y
estirando mis pezones al
máximo. Me esfuerzo por mantener los ojos
abiertos y no tensar las
piernas. Quiero flexionarlas, pero las suyas
me aferran y evitan que me
mueva.
¡Joder!
—Eres cruel —gimo. Lo miro y encuentro una
mirada de satisfacción.
Se está vengando a gusto.
Se pone de rodillas, se agarra la erección con
una mano y enciende el
artilugio con forma de bala con la otra. Oigo
que se activa una vibración
constante y él abre la boca.
—¡Vaya! —exclama.
Cierro los ojos sólo una milésima de segundo y
él me coge de la
cadera de nuevo obligándome a abrirlos una vez
más. Respiro hondo y
desciendo la mirada desde sus ojos hasta su
pecho, hasta su cicatriz y hasta
la mata de pelo que cubre su entrepierna. Se
está sacudiendo el miembro
arriba y abajo. Sus muslos se tensan. Grito de
desesperación por querer
tocarlo. Ahora sé cómo se sintió él, y no es
en absoluto agradable. Quiero
tocarlo. Lo necesito sobre mí y no puedo
tenerlo. Me siento impotente.
Mueve el puño y aprieta hacia atrás, retirando
el prepucio y
descubriendo el capullo húmedo y brillante.
—Qué gusto, nena —dice con voz grave, y una
chispa se enciende en
mi entrepierna—. ¿Quieres ayudarme?
Mi mirada recorre su cuerpo de nuevo hacia sus
ojos.
—Vete a la mierda —respondo tranquilamente,
sin preocuparme por
mi lenguaje. No puede castigarme de una manera
peor que ésta.
—Esa boca —dice a duras penas con un gemido, y
yo lucho contra las
esposas—. Vas a hacerte daño, Ava. Deja de
resistirte —dice con la voz
quebrada, mientras sigue deslizando el puño
por su sólida extensión.
Tal vez si me resisto lo suficiente acabe
liberándome. Le preocupará
que me haga daño. Todo el mundo sabe lo mucho
que le preocupa mi
seguridad. Me retuerzo un poco más.
—¡Para! —ladra, y de repente empieza a
frotarse a más velocidad.
Esto me está matando pero, joder, me encanta
verlo así, arrodillado sobre
mí, masturbándose. Todos los músculos de su
pecho, sus brazos y sus
muslos se tensan más todavía, y la vena de su
cuello se hincha.
—Por favor —ruego. Necesito tocarlo.
—No es agradable, ¿verdad? —pregunta—.
Acuérdate de esto la
próxima vez que pretendas impedir que te toque.
—¡Lo haré! Jesse, por favor, suéltame. —Cierro
los ojos con fuerza,
gritando en mi cabeza para bloquear la música.
—¡Abre los malditos ojos, Ava!
—¡No! —Empiezo a mover la cabeza con fuerza de
un lado a otro.
Ésta es la peor de las torturas. Nunca en la
vida volveré a impedir que me
toque. Jamás. Siento cómo desliza los dedos
por mi sexo, recogiendo mi
humedad y abriéndolo. Después me introduce el
dedo con dureza. Abro los
ojos como platos—. ¡Por favor!
Su rostro se descompone mientras continúa
masturbándose.
—Vas a mirar —reafirma, y empieza a frotarse
con más fuerza y a
más velocidad—. ¡Joder! —De repente avanza, me
coloca las rodillas a
ambos lados de mi cabeza y la entrepierna
delante de la cara—. ¡Abre la
boca! —ruge, y obedezco inmediatamente sin
vacilar. Se agarra con la
mano libre a la cabecera y empieza a frotarse
de nuevo con el puño hacia
adelante y hacia atrás—. ¡Joder, joder!
Baja la cabeza y dirige su miembro hacia mi
boca ansiosa y se corre
en mi lengua. Su semen salado desciende por mi
garganta. Aprovecho la
ocasión para rodearlo con los labios y poder
tocarlo.
Su pecho se eleva y luego empieza a relajarse.
Las vibraciones de la
bala recorren su verga y me hacen cosquillas
en los labios mientras le doy
lametones. Su polla da una sacudida al sentir
mi lengua y yo lamo, chupo y
absorbo su contenido mientras él sigue
sacudiéndose encima de mí e
intenta estabilizar la respiración. Abre los
ojos y me mira antes de apartar
el cuerpo. La vibración se detiene, y entonces
oigo un leve golpe seco que
me indica que el artilugio ha sido relegado al
suelo.
Se acomoda entre mis muslos y me mira con
expresión abstraída
mientras acaricia la parte interior de mis
brazos. ¿No piensa soltarme? Las
eróticas notas de Enigma siguen inundándome
los tímpanos y no ayuda a
mi estado a punto de estallar.
—Puede que te deje así para siempre. —Pega los
labios a los míos y
me pasa la lengua por la boca—. Así sabré
dónde estás todo el tiempo.
—Creo que eso sería acercarnos demasiado a la
esclavitud sexual —
susurro contra su boca. No puede estar tan
loco como para tenerme
esposada de manera permanente.
—¿Y cuál es el problema?
—Que me gustaría pensar que me quieres por
algo más que por mi
cuerpo.
—Ah, te quiero por muchas otras cosas.
—Recorre toda mi cara con
los labios arriba y abajo y vuelve a hundirme
la lengua en la boca—.
Quiero que seas mi esposa.
«¡¿Qué?!»
Casi le muerdo la lengua a causa del shock.
Continúa tomándome la
boca, como si no acabara de decir lo que acaba
de decir después de
eyacular en mi boca y de tenerme inmovilizada.
Por fin se aparta y observa mi rostro
estupefacto.
—Cásate conmigo —me ordena con voz suave.
—¡No puedes pedirme eso teniéndome esposada a
la cama! —
respondo. Joder, ¿y si digo que no? ¿Me echará
un polvo para hacerme
entrar en razón, ya que estamos?
¡Seguro que sí!
—¿Necesitas que te haga entrar en razón? —dice
tranquilamente, y
vuelve a tomar mis labios.
Estoy completamente pasmada. ¡No puede sacarme
un sí a polvos
tratándose de algo tan serio! Me echo a reír
para mis adentros porque lo
cierto es que sí que puede y que seguramente
va a hacerlo.
Se aparta, baja la mirada y suspira.
—Era una broma, muy inoportuna. —Se muerde el
labio y su cerebro
empieza a dar vueltas dentro de esa hermosa
cabeza que tiene.
Finalmente vuelve a mirarme, yo trato de
cambiar mi expresión de
pasmo, pero es difícil. Me ha esposado a la
cama, se ha masturbado sobre
mí, se ha corrido en mi boca y después me ha
pedido que me case con él.
Este hombre está loco de atar. Estoy tumbada
debajo de él, completamente
estupefacta, y no me viene a la cabeza ninguna
respuesta apropiada.
—Me absorbes por completo, Ava —dice—. No sé
vivir sin ti. Soy
totalmente adicto a ti, nena —añade con voz
suave e insegura. Mi ex
mujeriego dominante y seguro de sí mismo está
nervioso—. Me
perteneces. Cásate conmigo.
Lo miro directamente a su hermoso rostro,
todavía absolutamente
sorprendida. Esto no me lo habría esperado
jamás. Hace tan sólo unas
horas que he decidido mudarme aquí, aunque
Jesse, en su locura, me obligó
a mudarme hace una semana. No para de morderse
el labio frenéticamente
y me observa mientras yo intento asimilar lo
que está pasando. Tengo
veintiséis años y él treinta y siete. ¿Por qué
estoy pensando en la diferencia
de edad ahora? Hasta el momento nunca me ha
importado. En cambio, lo
que sí debería preocuparme es su personalidad
más que difícil. Ni siquiera
voy a plantearme que vaya a cambiar si accedo
a casarme con él. Nunca lo
hará, forma parte de su persona, del hombre al
que amo.
—De acuerdo —digo de pronto. Las palabras
escapan en un susurro de
mi boca sin pensarlo mucho. Es el paso
siguiente que tenemos que dar.
Puede que sea un poco prematuro, pero me lo
pida hoy o dentro de un año,
la respuesta será siempre la misma—. Eres mi
vida —añado para reafirmar
el amor que siento por él. Quiero estar pegada
a él eternamente, a pesar de
su compleja personalidad. Lo amo. Lo necesito.
Mi expresión de sorpresa se ha mudado al
rostro de Jesse, y su mente
da tantas vueltas que creo que la cabeza va a
empezar a echarle humo.
—¿Sí? —pregunta con voz suave.
—Es instintivo —digo encogiéndome de hombros,
y entonces soy
consciente de que sigo esposada a la cama—. No
hace falta que me hagas
entrar en razón. ¿Te importaría soltarme ya?
El pánico lo invade. Se incorpora para coger
la llave de la mesilla de
noche y me libera rápidamente. Me froto las
muñecas para resucitarlas,
pero apenas me da tiempo. Jesse me arrastra
bajo su cuerpo y me abraza
con fuerza. ¿Creía que iba a decir que no?
¡Joder, joder! Acabo de acceder a casarme con
este ex mujeriego
neurótico y controlador al que sólo conozco
desde hace unas semanas.
Madre mía, a mis padres les va a dar algo.
Se deja caer de nuevo sobre la cama, me
arrastra consigo y hunde el
rostro en mi cuello. Sigo agarrándome con
fuerza y no tengo ni el valor ni
las ganas de decirle que afloje un poco. No
pienso ir a ninguna parte. Ya
no.
—Voy a hacerte inmensamente feliz —dice con la
voz entrecortada.
Me retuerzo un poco para liberarme, pero él
mantiene el rostro en el
mismo sitio sin moverse. Me esfuerzo un poco
más y consigo apartarme lo
suficiente hasta verle los ojos. Los tiene
húmedos.
—Ya me haces feliz. —Le acaricio la cara y le
paso el pulgar por
debajo del ojo para recoger una lágrima
derramada—. ¿Por qué lloras? —
pregunto luchando contra el nudo que se me ha
formado en la garganta y
que hace que mi propia voz suene temblorosa.
Él sacude la cabeza con suavidad y se pasa las
manos rápidamente por
la cara.—
¿Ves lo que me haces? —Me agarra la cara y me
la acerca a la suya
hasta que estamos frente a frente—. No puedo
creer que estés en mi vida.
No puedo creer que seas mía. Eres tan...
importante para mí, nena. —Sus
ojos me recorren el rostro y sus manos me
palpan las mejillas como para
comprobar que soy real.
—Tú también eres muy importante para mí
—respondo en voz baja.
Espero que sea consciente de hasta qué punto.
Para mí lo es todo..., es todo
mi universo.
Sonríe suavemente.
—¿Ya somos amigos?
—Siempre. —Le devuelvo la sonrisa.
—Bien, mi misión aquí ha terminado. —Se coloca
entre mis muslos y
empieza a hundirse en mí lentamente—. Ahora
vamos a echar un polvo
soñoliento de celebración. —Coge el mando a
distancia y apaga la música
—. Quiero oír cómo te corres conmigo. —Abre la
boca y gime. Yo acepto
sus labios y él me agarra de las manos, sosteniéndolas
por encima de mi
cabeza. Retrocede y empuja hacia adelante.
—El de antes era un polvo de petición de
matrimonio —digo
alrededor de su boca, y noto cómo sonríe
contra mis labios, pero no dice
nada ni me regaña por mi lenguaje.
Continúa entrando y saliendo a un ritmo
pausado, hundiéndose
profundamente, moviendo las caderas suavemente
y volviendo atrás.
Recupero mi anterior estado de excitación y
los remolinos de calor se
reactivan en mi cuerpo y se preparan para
liberarse. Sus suaves embates
embrujan mi cuerpo, como de costumbre.
Se aparta de mi boca y continúa con sus
exquisitas arremetidas.
—Vas a convertirte en la señora Ward. —Su
aliento fresco me
calienta el rostro mientras me mira.
—Así es. —Eso se me hará raro.
—Serás mía para siempre.
—Ya lo soy. —Ese barco ya hace tiempo que
zarpó.
Cierra los ojos con fuerza y yo siento la
llegada inminente de su
orgasmo en mi interior, lo que me empuja
también a mí al clímax.
—Te adoraré todos los días durante el resto de
mi vida —suelta—.
¡Joder!—
Joder —suspiro, y me tenso debajo de él,
mientras mi sexo
palpitante se acelera con rápidas y continuas
pulsaciones.
Bombea una y otra vez y me besa con
desesperación mientras gruñe
con cada embestida, sosteniéndome todavía las
manos por encima de la
cabeza. Deja escapar un grito y yo envuelvo
las piernas alrededor de sus
caderas para acercarlo más a mí, lo que me
empuja a una vertiginosa caída
libre de intensos temblores cuando un
relámpago de placer recorre todo mi
cuerpo y me deja jadeando y sudando debajo del
suyo. Él hunde la cabeza
contra mi cuello con la respiración agitada y
entrecortada.
—No puedo respirar —dice soltándome las manos.
Inmediatamente
envuelvo su fuerte y cálida espalda con ellas
y me quedo atrapada debajo
de él. Eleva la cabeza y su cara repta por la
mía hasta que encuentra mis
labios—. Te amo con locura, nena. Me alegro de
que hayamos hecho las
paces. Sonrío, él se tumba y hace que me dé la
vuelta hasta colocarme a
horcajadas sobre su cintura. Apoyo las manos
en su pecho y me las cubre
con la suyas mientras yo trazo vagos círculos
con las caderas.
—Lo sé. Pero si voy a casarme contigo, vas a
tener que responderme a
algunas preguntas —digo con una voz asertiva
equivalente a su tono de
«No te atrevas a desafiarme». No sé si
funcionará, pero por probar que no
quede. Arquea las cejas.
—No me queda otra, ¿verdad?
—No —aseguro con altanería.
Hay cosas que necesito saber. Y no me refiero
a sus conquistas
sexuales pasadas. Saber exactamente con
cuántas mujeres ha estado no me
va a servir de nada, salvo para ponerme
terriblemente celosa.
—Está bien. Dispara. ¿Qué quieres saber?
—Suspira pesadamente y
yo pongo cara de pocos amigos—. Perdona. —Al
menos tiene la decencia
de mostrarse arrepentido. Mantiene las manos
sobre las mías, que
descansan sobre su pecho.
—¿Quién era la mujer de anoche?
—Coral —responde directamente y sin vacilar,
como si esperara la
pregunta.
Pongo los ojos en blanco.
—Ya sé que se llama Coral. Pero ¿quién es?
—Es la esposa del enano capullo al que
expulsamos de La Mansión el
día que descubriste el salón comunitario.
Anda. Me remonto mentalmente a aquel día
funesto y recuerdo a la
criatura insidiosa y despreciable que no
paraba de lanzar improperios de
que me iba a follar como Jesse había hecho con
su mujer y de que iba a
dejar un reguero de mierda.
—¿Tuviste una aventura con ella? —espeto al
darme cuenta de la
obviedad.
—No. —Niega con la cabeza con el ceño
fruncido—. Vinieron a
verme porque buscaban a alguien para que
participara en un trío.
Me estremezco un poco. No es necesario que
siga profundizando en
eso. Él mismo se ofreció.
—¿A ti? —susurro. Él asiente, casi
avergonzado—. ¿Por qué lo
hiciste?
—Ella me lo pidió.
—Se enamoró de ti.
Abre los ojos un poco más al oír mi
conclusión. Es evidente. Se
revuelve incómodo debajo de mí.
—Supongo que sí.
Vaya. Eso acaba de generar nuevas preguntas.
No me sorprende
mucho que se enamorara de él. Lo que quiero
saber es la razón de su visita
a La Mansión anoche y por qué pasó Jesse tanto
tiempo en su despacho con
ella.
—¿Qué quería ayer? Desapareciste mucho rato.
Inspira profundamente y me atraviesa con una
mirada decidida.
—Ha dejado a Mike... por mí. Y no sé por qué.
Nunca le he dado
motivos para pensar que le correspondía. —Se
detiene un instante y evalúa
mi reacción. No estoy segura de cómo me
siento. Todavía no me ha dicho
qué hacía ella en La Mansión. Suspira y
continúa—: Él la ha echado de
casa, se ha quedado con su coche y le ha
quitado todas las tarjetas. No tiene
nada.
—¿Y fue a pedirte ayuda? —pregunto.
—Sí.
—¿Y qué le dijiste? —No sé si me va a gustar
la respuesta a esta
pregunta.
—Le dije que haría lo que pudiera. —Empieza a
morderse el puto
labio. Estaba en lo cierto. No me gusta la
respuesta. ¿Qué puede hacer él?
Ayudándola sólo la alentará y le dará
esperanzas de que las cosas pueden ir
a más. Inclino la cabeza ligeramente.
—¿Tiene esto algo que ver con la policía?
Ríe ligeramente. No entiendo por qué, no tiene
gracia.
—Mike está jugando sucio. Denunció a la
policía que la mitad de mis
empleados son inmigrantes ilegales. Pero eso
se solucionó bastante rápido
y no pasó nada. Sólo se trató de un pequeño
contratiempo.
—¿Por qué no me contaste todo esto en lugar de
dejar que diera rienda
suelta a mi imaginación?
Frunce el ceño.
—¿Para qué iba a preocuparte con algo tan
trivial?
Entiendo su postura pero, aun así, debería
habérmelo contado, sobre
todo si implicaba a otra mujer que ansiaba
tener a mi hombre imposible.
Le sostengo la mirada mientras continúa
acariciándome las manos con los
pulgares.
—Entonces ¿participaste en el trío y eso fue
todo?
—Sí. —Se revuelve y aparta la mirada.
—Me estás mintiendo. —Aprieto los dientes—.
Hubo algo más,
¿verdad?
—No exactamente. —Se revuelve de nuevo,
todavía sin mirarme a la
cara—. ¿Es necesario seguir con esto?
—pregunta, irritado—. Ella se
equivocó al pensar que yo quería algo más. No
era así. Fin de la historia.
—Pero tuviste una aventura con ella.
—¡Sí!, ¿vale? Sí que la tuve, pero era sólo
sexo, nada más. —Sus ojos
verdes se tornan feroces—. Dejémoslo estar ya.
—Una vez me dijiste que nunca habías querido
follarte a ninguna
mujer más de una vez, sólo a mí. —Jamás
olvidaré ese comentario y, por
estúpido que suene, después de todos los
tantos que Jesse se ha anotado
conmigo en su cama gracias a él, me gustaría
pensar que sólo se ha
acostado más de una vez conmigo.
—Yo nunca dije que no me hubiera acostado con
ninguna mujer más
de una vez. Lo que dije es que nunca he
querido estar con una mujer más
de una vez. No era más que un medio para
lograr un fin. Me lo ofrecía en
bandeja.
—Entonces ¿te has follado a más mujeres más de
una vez? —digo,
herida. Qué ridículo. Era un mujeriego
hedonista antes de conocerme. Y sé
que estoy pisando un terreno que, sin lugar a
dudas, va a despertar unos
celos atroces en mí.
—¡Ava, vigila ese lenguaje!
—¡No! ¡No cuando me estás contando que te has
follado a otras
mujeres! No soy la única a la que te has
follado más de una vez, ¿verdad?
Me gruñe y yo lo miro con el ceño fruncido.
—No —admite, y me sigue acariciando las manos
con los pulgares,
aunque más de prisa—. Pero tienes que entender
que ninguna de ellas ha
significado nada para mí. Sólo las usaba, las
trataba como objetos. No
estoy orgulloso de ello, pero es la verdad. Y
eran conscientes de la
situación, Ava. Todas querían algo más, pero
sabían que no podían
esperarlo. Ahora, en cambio, han visto que sí
que puedo ser un hombre de
una sola mujer.
Me están entrando náuseas. Sabía que esta
conversación iba a
revolverme el estómago. ¿Y cuántas de ellas
van a aparecer reclamando a
mi obseso controlador y neurótico? La mujer de
Mikael ya lo ha hecho, y
ahora también Coral.
—Sigue enamorada de ti —digo en voz baja. Ésa
es la otra razón por
la que Coral estaba en La Mansión anoche—. No
puede tenerte. Ninguna de
ellas puede —añado para que sea consciente de
que sé que vendrán más.
Siento como si me estuviera preparando para la
guerra.
Su mirada se relaja y en su boca se forma una
media sonrisa.
—No puede, ya se lo he dicho. Ninguna de ellas
puede. Soy sólo tuyo.
—Y tampoco quiero que ayudes a Coral. No es
justo que esperes que
me parezca bien.
—Ava, no puedo darle la espalda. —Parece
sorprenderle lo que le
exijo. Me quedo estupefacta. ¿Qué pasa? ¿De
repente tiene conciencia?
—Está bien. Entonces yo seguiré trabajando
para Mikael. —No sé por
qué acabo de decir eso. Soy una estúpida. Su
mirada ha pasado de suave y
tranquilizadora a tornarse oscura y severa.
¿Cuándo aprenderé?
—Espero que retires eso. —Su pecho comienza a
agitarse debajo de
mí, y su mandíbula se tensa hasta el punto de
partirse. Así es exactamente
como me hace sentir a mí que él ayude a Coral.
—No —espeto. Estoy tentando mi suerte.
—Tres —empieza.
—¡De eso, nada! —Hago ademán de bajarme de su
cuerpo, pero me
agarra las manos con fiereza y me lo impide.
—Dos.
—¡No! ¡No voy a aceptar una cuenta atrás en
este asunto! De eso,
nada, Ward. ¡Puedes coger el cero y metértelo
por el puto culo! —Intento
liberarme y mi cabreo va aumentando conforme
más fuerte me sujeta.
—¡ESA BOCA! —De un tirón, me pone boca abajo
sobre la cama y
me cubre con su cuerpo—. Uno.
—¡Que te den! —No pienso retractarme.
—Cero, nena. —Desplaza los dedos directamente
a mis caderas y los
clava justo en mi punto débil con fuerza.
Lanzo un grito y me sume en un infierno con
sus incesantes
cosquillas. Joder, no para, y de repente
siento que la vejiga me va a
reventar.
—¡Vale, vale! ¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡Lo
siento! —No puedo
soportarlo más.
Para inmediatamente y me da la vuelta. Su
cuerpo sigue atrapándome
contra la cama.
—Bésame —me ordena, y se inclina un poco hasta
que sus labios
planean sobre los míos.
Levanto la cabeza y lo beso con pasión
mientras exhala en mi boca un
sonido gutural de pura satisfacción. Estoy
furiosa. Estoy furiosa con él por
hacer como si no tuviera de qué preocuparme
con Coral. Estoy furiosa
porque ha accedido a ayudarla. Estoy furiosa
porque ella está enamorada
de él. Estoy furiosa porque muchas otras
mujeres también lo quieren, y
estoy furiosa conmigo misma por ceder a sus
órdenes.
Me muerde el labio y lo arrastra entre sus
dientes.
—Para mí sólo existes tú, Ava. Te quiero.
—Sólo yo.
—Buena chica. —Me regala una sonrisa, mi
sonrisa—. Y ahora que te
he follado tengo que alimentarte.
Quiero corregirlo. En realidad, me ha esposado
a la cama, se ha
masturbado sobre mí, se ha corrido en mi boca
y me ha exigido que me
case con él.
—¿Va a venir Cathy? —pregunto.
—No, tiene los fines de semana libres. Arriba.
—Me agarra de los
brazos y me incorpora. Se levanta de la cama,
recoge los artilugios que
antes ha tirado al suelo y vuelve a meterlos
en la bolsa dorada de seda.
Observo cómo desaparece en el vestidor y sale
unos instantes después
ataviado con los pantalones de pijama verdes
de cuadros, mis preferidos, y
sin camiseta. Me recuesto para admirar su
cuerpo.
—¿Piensas pasarte todo el día ahí tumbada?
Alzo la vista y veo que me está mirando. Cruza
los brazos sobre su
pecho y flexiona los músculos. Me paso la
lengua por el labio inferior.
—Prometiste que nos levantaríamos tarde —le
recuerdo.
Se acerca, me coge del tobillo y tira de mí
hasta el extremo de la
cama. Apoya sus rígidos brazos, hunde los
puños en el colchón a ambos
lados de mi cabeza y me dice:
—Dime que somos amigos.
—Somos amigos —susurro. ¿No había quedado
claro ya?
—Dime que me quieres. —Frota su nariz contra
la mía.
—Te quiero.
Sus ojos verdes brillan y sus labios forman
una sonrisa.
—Dime que vas a casarte conmigo.
—Voy a casarme contigo.
—Estoy ansioso. Bésame. —Su tono ronco hace
que la cabeza me dé
vueltas.
Le rodeo el cuello con las manos y lo beso con
adoración. Siento
cómo sonríe pegado a mi boca mientras se levanta
de la cama con mis
brazos a su alrededor. Mis muslos rozan sus
caderas y me agarro a él con
las piernas. Sigo besándolo mientras me lleva
al cuarto de baño y cuando
despega mis piernas de su cuerpo con la mano
libre gruño disgustada y él
se echa a reír.
—Lávate los dientes. Voy a preparar el
desayuno. —Se lleva las
manos al cuello y me aparta los brazos.
—¿Necesito lavármelos? —pregunto, un poco
herida.
—No, pero pensaba que quizá querrías hacerlo.
Me da la vuelta, me pone de cara al espejo y
me besa en el hombro.
Después me da una palmada en el culo y sale
del baño.
¿Así que voy a casarme con él? Tengo que
hablar con mis padres, y
pronto. Me estoy temiendo la conversación.
Observo mi imagen en el
espejo. Mi pelo oscuro es una masa de ondas
enmarañadas. Tengo los ojos
brillantes, los labios rosados y las mejillas
encendidas. No estoy mal.
Sin darme cuenta, cojo el cepillo de dientes,
vierto un poco de pasta
sobre las cerdas y medito sobre lo bien que me
siento. Nunca me había
sentido tan fresca y vital. Sólo hay un motivo
para eso, y se llama don
Imposible. Joder, a Kate le va a dar algo, y
no quiero ni pensar lo que mis
padres van a pensar de todo esto. Después de
lo de Matt, mi madre me dijo
que no me prendara demasiado del primer hombre
que me mostrara un
poco de atención. No creo que le haga mucha
gracia que, de hecho, vaya a
casarme con el primer hombre que me ha
prestado algo de atención.
Definitivamente tengo que decírselo con mucho
tiento.
Comienzo a cepillarme alegremente los dientes
mientras me aparto un
mechón de pelo suelto de la cara con la otra
mano. Algo llama mi atención
de inmediato.
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