Cuando me despierto antes de que suene el
despertador a la mañana siguiente, Christian está enroscado
sobre mi cuerpo como una planta de hiedra: la
cabeza sobre mi pecho, el brazo alrededor de mi cintura y
una pierna entre las mías. Además está en mi
lado de la cama. Siempre pasa lo mismo. Si discutimos la noche
anterior, así es como acaba: retorcido sobre mi
cuerpo, dándome calor y restringiéndome los movimientos.
Oh, Cincuenta… Tiene tantas necesidades a ese
nivel. Quién lo habría creído… La imagen de Christian
como un niño sucio y desgraciado me viene a la
mente. Le acaricio el pelo más corto y mi melancolía se va
desvaneciendo. Él se mueve y sus ojos
somnolientos se encuentran con los míos. Parpadea un par de veces
mientras se va despertando.
—Hola —susurra y sonríe.
—Hola. —Me encanta ver esa sonrisa por la
mañana.
Me acaricia los pechos con la nariz y emite un
sonido de satisfacción desde el fondo de su garganta. Su
mano va bajando desde mi cintura por encima de
la fresca seda de mi camisón.
—Eres un bocado tentador —susurra—. Pero por
muy tentadora que seas —dice mirando el despertador
—, tengo que levantarme. —Se estira, se
desenreda de mi cuerpo y se levanta.
Yo me tumbo, pongo las manos detrás de la
cabeza y disfruto del espectáculo: Christian desnudándose
para meterse en la ducha. Es perfecto. No le
cambiaría ni un pelo de la cabeza.
—¿Admirando la vista, señora Grey? —Christian
arquea una ceja burlona.
—Es que es una vista terriblemente bonita,
señor Grey.
Sonríe y me tira los pantalones del pijama, que
casi aterrizan en mi cara pero consigo cogerlos en el aire a
tiempo, riendo como una colegiala. Con una
sonrisa perversa aparta el edredón, pone una rodilla en la cama,
me coge los tobillos y tira de mí haciendo que
se me suba el camisón. Chillo mientras él va subiendo por mi
cuerpo, dándome besos desde la rodilla, por el
muslo, siguiendo por… Oh, Christian…
—Buenos días, señora Grey —me saluda la señora
Jones. Me ruborizo, avergonzada al recordar su
encuentro con Taylor que presencié anoche.
—Buenos días —le respondo. Ella me pasa una
taza de té. Me siento en un taburete al lado de mi marido,
que está radiante: recién duchado, con el pelo
húmedo, una camisa blanca recién planchada y la corbata gris
plateado. Mi corbata favorita. Tengo muy buenos
recuerdos de esa corbata.
—¿Qué tal está, señora Grey? —me pregunta con
la mirada tierna.
—Creo que ya lo sabe, señor Grey —le digo
mirándole a través de las pestañas.
Él sonríe.
—Come —me ordena—. Casi no cenaste ayer.
¡Oh, mi Cincuenta, siempre tan mandón!
—Eso es porque tú estabas siendo petulante.
A la señora Jones se le cae algo en el
fregadero y el ruido me sobresalta. Christian parece ajeno al ruido;
ignorándolo, se me queda mirando impasible.
—Petulante o no, tú come. —Su tono es serio y
no tengo intención de discutir con él.
—Vale. Ya cojo la cuchara y me como los cereales
—digo como una adolescente irascible. Extiendo el
brazo para coger el yogur griego y me echo unas
cucharadas en los cereales. Después le incorporo un puñado
de arándanos. Miro a la señora Jones y nuestras
miradas se encuentran. Le sonrío y ella me responde con una
sonrisa cariñosa. Me ha preparado mi desayuno
favorito, el que descubrí durante la luna de miel.
—Creo que voy a tener que ir a Nueva York a
finales de semana. —El anuncio de Christian interrumpe
mis pensamientos.
—Oh.
—Solo voy a pasar una noche. Y quiero que
vengas conmigo.
—Christian, yo no puedo pedir el día libre.
Me mira como diciendo: ¿tú crees, teniendo en
cuenta que yo soy el jefe?
Suspiro.
—Sé que la empresa es tuya, pero he estado
fuera tres semanas. ¿Cómo puedes esperar que dirija el
negocio si nunca estoy? Estaré bien aquí.
Supongo que te llevarás a Taylor, pero Sawyer y Ryan se quedarán
aquí… —Me interrumpo porque Christian me está
sonriendo—. ¿Qué?
—Nada. Solo tú —dice.
Frunzo el ceño. ¿Se está riendo de mí? Entonces
se me ocurre algo preocupante.
—¿Cómo vas a ir a Nueva York?
—En el jet de la empresa, ¿por qué?
—Solo quería estar segura de que no ibas a
coger a Charlie Tango —le digo en voz baja y un escalofrío
me recorre la espalda. Recuerdo la última vez
que pilotó ese helicóptero y siento una oleada de náuseas al
evocar las tensas horas que pasé esperando
noticias. Probablemente ese ha sido el peor momento de mi vida.
Noto que la señora Jones también se ha quedado
muy quieta. Intento olvidarme de eso.
—No iría a Nueva York con Charlie Tango. El helicóptero no puede recorrer esas distancias. Además,
todavía tiene que estar dos semanas más en
reparación.
Gracias a Dios. Sonrío, en parte por el alivio,
pero también porque sé que el accidente de Charlie Tango ha
ocupado los pensamientos y el tiempo de
Christian durante las últimas semanas.
—Bueno, me alegro de que ya casi esté
arreglado, pero… —No acabo la frase. ¿Puedo decir lo nerviosa
que me pone que vuelva a volar?
—¿Qué? —me pregunta mientras se termina su
tortilla.
Me encojo de hombros.
—¿Ana? —pregunta con la voz tensa.
—Es que… ya sabes. La última vez que volaste
con el helicóptero… Creí, creímos que… —No puedo
acabar la frase y la expresión de Christian se
suaviza.
—Oye… —Me acaricia la cara con el dorso de los nudillos—.
Fue un sabotaje. —Algo oscuro cruza por
su cara y durante un momento me pregunto si ya
sabrá quién fue el responsable.
—No podría soportar perderte —le susurro.
—He despedido a cinco personas por eso, Ana. No
volverá a pasar.
—¿A cinco?
Asiente con expresión seria. Vaya…
—Eso me recuerda algo… He encontrado un arma en
tu escritorio.
Frunce el ceño ante la falta de lógica de mi
asociación y probablemente por mi tono acusatorio, aunque no
era esa mi intención.
—Es de Leila —me dice por fin.
—Está cargada.
—¿Cómo lo sabes? —Su ceño se hace más
pronunciado.
—Lo comprobé ayer.
—No quiero que tengas nada que ver con armas
—me regaña—. Espero que volvieras a ponerle el seguro.
Parpadeo, momentáneamente estupefacta.
—Christian, ese revolver no tiene seguro.
¿Sabes algo de armas?
Christian abre mucho los ojos.
—Eh… no.
Taylor tose discretamente desde la entrada.
Christian asiente.
—Tenemos que irnos —dice Christian. Se levanta
distraído y después se pone la chaqueta. Le sigo en
dirección al pasillo.
Tiene el arma de Leila. Estoy desconcertada por
esa información y me pregunto qué le habrá pasado a ella.
¿Seguirá en… dónde era? ¿East algo? ¿New
Hampshire? No me acuerdo.
—Buenos días, Taylor —saluda Christian.
—Buenos días señor Grey. Señora Grey. —Nos
saluda con la cabeza a ambos, pero procura no mirarme a
los ojos. Se lo agradezco, al recordar lo poco
vestida que iba anoche cuando me lo encontré.
—Voy a lavarme los dientes —les digo. Christian
siempre se lava los dientes antes de desayunar, no
comprendo por qué…
—Deberías pedirle a Taylor que te enseñe a
disparar —le sugiero a Christian mientras bajamos en el
ascensor. Christian me mira divertido.
—¿Tú crees? —me dice cortante.
—Sí.
—Anastasia, odio las armas. Mi madre ha tenido
que coser a demasiadas víctimas de armas de fuego y mi
padre está totalmente en contra de las armas.
Yo he crecido con esos valores. He apoyado al menos dos
iniciativas para el control de armas en
Washington.
—Oh, ¿y Taylor lleva un arma?
Christian aprieta los labios.
—A veces.
—¿No lo apruebas? —le pregunto al salir del
ascensor.
—No —dice con los labios apretados—. Digamos
que Taylor y yo tenemos diferentes puntos de vista en
lo que respecta al control de armas.
Pues yo creo que estoy con Taylor en ese tema…
Christian me abre la puerta del vestíbulo y
salgo en dirección al coche. No me ha dejado ir sola en coche a
la editorial desde que descubrió que lo de Charlie Tango había sido un sabotaje. Sawyer me sonríe
amablemente mientras me sujeta la puerta y
Christian sube al coche por el otro lado.
—Por favor —le digo extendiendo el brazo y
cogiéndole la mano.
—¿Por favor, qué?
—Aprende a disparar.
Pone los ojos en blanco.
—No. Fin de la discusión, Anastasia.
Y de nuevo me convierto en la niña a la que
regaña. Abro la boca para responderle algo cortante, pero
decido que no quiero empezar el día de trabajo
enfadada. Cruzo los brazos y miro a Taylor, que me observa
por el retrovisor. Aparta la vista y se
concentra en la carretera, pero niega con la cabeza con evidente
frustración. Veo que Christian también le saca
de quicio a veces. La idea me hace sonreír y eso mejora mi
humor.
—¿Dónde está Leila? —le pregunto a Christian,
que mira distraído por la ventanilla.
—Ya te lo he dicho. En Connecticut con su
familia —me dice mirándome.
—¿Lo has comprobado? Después de todo, tiene el
pelo largo. Podría ser ella la que conducía el Dodge.
—Sí, lo he comprobado. Se ha inscrito en una
escuela de arte en Hamden. Ha empezado esta semana.
—¿Has hablado con ella? —le pregunto. Toda la
sangre ha abandonado mi cara.
Christian vuelve la cabeza para mirarme al
notar el tono de mi voz.
—No. Flynn es quien ha hablado con ella.
—Estudia mi cara para saber qué estoy pensando.
—Ah —digo aliviada.
—¿Qué?
—Nada.
Christian suspira.
—¿Qué te pasa, Ana?
Me encojo de hombros porque no quiero admitir
que tengo celos irracionales.
—La tengo vigilada —continúa Christian— para
estar seguro de que se queda en su parte del país. Está
mejor, Ana. Flynn la ha derivado a un
psiquiatra en New Haven y todos los informes son positivos. Siempre
le ha interesado el arte, así que… —Se detiene
y me observa. Y en ese momento me surge la sospecha de que
él es quien paga ese curso de arte. ¿Quiero
saberlo? ¿Debería preguntarle? No es que no pueda permitírselo,
pero ¿por qué se siente obligado? Suspiro. El
equipaje de Christian no se parece nada a mi Bradley Kent de la
clase de biología y sus torpes intentos de
darme un beso. Christian me coge la mano.
—No te agobies por eso, Anastasia —murmura y yo
le aprieto la mano para tranquilizarle. Sé que está
haciendo lo que cree que es mejor.
A media mañana tengo un descanso entre
reuniones. Cuando cojo el teléfono para llamar a Kate, veo que
tengo un correo de Christian.
De: Christian Grey
Fecha: 23 de agosto de 2011 09:54
Para: Anastasia Grey
Asunto: Halagos
Señora Grey:
Me han alabado tres veces mi nuevo corte de pelo.
Que los miembros de mi personal me hagan ese tipo de observaciones
es algo que no había ocurrido nunca antes. Debe de
ser por la ridícula sonrisa que se me pone cuando pienso en lo de
anoche. Es una mujer maravillosa, preciosa y con
muchos talentos.
Y toda mía.
Christian Grey
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Me derrito al leer esas palabras.
De: Anastasia Grey
Fecha: 23 de agosto de 2011 10:48
Para: Christian Grey
Asunto: Estoy intentando concentrarme
Señor Grey:
Estoy intentando trabajar y no quiero que me
distraigan con recuerdos deliciosos.
Quizá ha llegado el momento de confesar que le he
cortado el pelo regularmente a Ray durante gran parte de mi vida. No
tenía ni idea de que eso me iba a ser tan útil.
Y sí, soy suya, y usted, mi querido marido
dominante que se niega a ejercer su derecho constitucional enunciado en la
Segunda Enmienda a llevar armas, es mío. Pero no
se preocupe porque ya le protegeré yo. Siempre.
Anastasia Grey
Editora de SIP
De: Christian Grey
Fecha: 23 de agosto de 2011 10:53
Para: Anastasia Grey
Asunto: La pistolera Annie Oakley
Señora Grey:
Estoy encantado de ver que ya ha hablado con el
departamento de informática y al fin se ha cambiado el apellido :D.
Y dormiré tranquilo en mi cama sabiendo que mi
esposa, la loca de las armas, duerme a mi lado.
Christian Grey
Presidente & Hoplófobo de Grey Enterprises
Holdings, Inc.
¿Hoplófobo? ¿Qué demonios es eso?
De: Anastasia Grey
Fecha: 23 de agosto de 2011 10:58
Para: Christian Grey
Asunto: Palabras largas
Señor Grey:
Me vuelve usted a impresionar con su destreza
lingüística. De hecho me impresionan sus destrezas en general (y creo
que ya sabe a qué me refiero…).
Anastasia Grey
Editora de SIP
De: Christian Grey
Fecha: 23 de agosto de 2011 11:01
Para: Anastasia Grey
Asunto: ¡Oh!
Señora Grey:
¿Está usted flirteando conmigo?
Christian Grey
Asombrado presidente de Grey Enterprises Holdings,
Inc.
De: Anastasia Grey
Fecha: 23 de agosto de 2011 11:04
Para: Christian Grey
Asunto: ¿Es que preferiría…?
¿… que flirteara con otro?
Anastasia Grey
Valiente editora de SIP
De: Christian Grey
Fecha: 23 de agosto de 2011 11:09
Para: Anastasia Grey
Asunto: Grrr…
¡NO!
Christian Grey
Posesivo presidente de Grey Enterprises Holdings,
Inc.
De: Anastasia Grey
Fecha: 23 de agosto de 2011 11:14
Para: Christian Grey
Asunto: Uau…
¿Me estás gruñendo? Porque eso me parece muy
excitante…
Anastasia Grey
Retorcida (en el buen sentido) editora de SIP
De: Christian Grey
Fecha: 23 de agosto de 2011 11:16
Para: Anastasia Grey
Asunto: Tenga cuidado
¿Flirteando y jugando conmigo, señora Grey?
A que voy a hacerle una visita esta tarde…
Christian Grey
Presidente afectado de priapismo de Grey
Enterprises Holdings, Inc.
De: Anastasia Grey
Fecha: 23 de agosto de 2011 11:20
Para: Christian Grey
Asunto: ¡Oh, no!
No, me porto bien. No quiero que el jefe del jefe
del jefe venga a ponerme en mi sitio en el trabajo. ;)
Ahora déjame seguir trabajando o el jefe del jefe
de mi jefe me va a dar una patada en el culo y me va a echar a la calle.
Anastasia Grey
Editora de SIP
De: Christian Grey
Fecha: 23 de agosto de 2011 11:23
Para: Anastasia Grey
Asunto: &*%$&*&*
Créeme cuando te digo que hay muchas cosas que se
me ocurre hacer con tu culo ahora mismo, pero darle una patada
no es una de ellas.
Christian Grey
Presidente y especialista en culos de Grey
Enterprises Holdings, Inc.
Su respuesta me hace reír.
De: Anastasia Grey
Fecha: 23 de agosto de 2011 11:26
Para: Christian Grey
Asunto: ¡Que me dejes!
¿No tienes que dirigir un imperio?
Deja de molestarme.
Ya ha llegado mi siguiente cita.
Yo pensaba que eras más de pechos que de culos…
Tú piensa en mi culo y yo pensaré en el tuyo…
TQ
x
Anastasia Grey
Editora ahora húmeda de SIP
No puedo evitar que mi estado de ánimo sea un
poco tristón cuando Sawyer me lleva a la oficina el jueves. El
viaje a Nueva York que Christian me había
anunciado ha llegado y aunque solo lleva fuera unas pocas horas,
ya le echo de menos. Al encender el ordenador
veo que ya tengo un correo esperándome. Mi ánimo mejora
inmediatamente.
De: Christian Grey
Fecha: 25 de agosto de 2011 04:32
Para: Anastasia Grey
Asunto: Ya te echo de menos
Señora Grey:
Estaba adorable esta mañana…
Pórtate bien mientras estoy fuera.
Te quiero.
Christian Grey
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Esta va a ser la primera noche que dormimos
separados desde la boda. Tengo intención de tomarme unos
cócteles con Kate, eso me ayudará a dormir.
Impulsivamente le contesto al correo, aunque sé que todavía está
volando.
De: Anastasia Grey
Fecha: 25 de agosto de 2011 09:03
Para: Christian Grey
Asunto: ¡Compórtate!
Llámame cuando aterrices. Voy a estar preocupada
hasta que no lo hagas.
Me portaré bien. No puedo meterme en muchos
problemas saliendo con Kate…
Anastasia Grey
Editora de SIP
Pulso «Enviar» y le doy un sorbo a mi caffè latte, cortesía de Hannah. ¿Quién iba a pensar que al final
acabaría gustándome el café? A pesar de que voy
a salir esta noche con Kate, siento que me falta un trozo de
mí; en este momento está a diez mil metros
sobre el Medio Oeste, camino de Nueva York. No sabía que me
iba a sentir tan alterada y ansiosa solo porque
Christian estuviera fuera. Seguro que con el tiempo ya no
sentiré esta sensación de inseguridad y de
pérdida, ¿verdad? Dejo escapar un suspiro y sigo trabajando.
Más o menos a la hora de comer empiezo a
comprobar frenéticamente mi correo y mi BlackBerry por si me
ha mandado un mensaje. ¿Dónde está? ¿Habrá
aterrizado bien? Hannah me pregunta si quiero ir a comer,
pero estoy demasiado preocupada y le digo que
se vaya sin mí. Sé que esto es irracional, pero necesito saber
que ha llegado bien.
Suena el teléfono de mi oficina y me
sobresalta.
—Ana Ste… Grey.
—Hola. —La voz de Christian es tierna y tiene
un punto alegre. Siento que me embarga el alivio.
—Hola —le respondo sonriendo de oreja a oreja—.
¿Qué tal el vuelo?
—Largo. ¿Qué vas a hacer con Kate?
Oh, no.
—Solo vamos a salir a tomar unas copas
tranquilamente.
Christian no dice nada.
—Sawyer y la chica nueva, Prescott, van a venir
también para hacer a vigilancia —le digo para aplacarle
un poco.
—Creía que Kate iba a venir al piso.
—Sí, pero después de tomar una copa rápida.
¡Por favor, déjame salir por ahí! Christian
suspira profundamente.
—¿Por qué no me lo habías dicho? —me dice con
calma. Demasiada calma.
Me doy una patada en la espinilla mentalmente.
—Christian, vamos a estar bien. Tengo a Ryan, a
Sawyer y a Prescott. Y solo es una copa.
Christian permanece en testarudo silencio y
percibo que no está nada contento.
—Solo he podido quedar con ella unas pocas
veces desde que tú y yo nos conocimos. Y es mi mejor
amiga…
—Ana, no quiero apartarte de tus amigos. Pero
creía que habíais quedado en casa.
—Vale —concedo—. Nos quedaremos en casa.
—Solo mientras esté por ahí ese lunático
suelto. Por favor.
—Ya te he dicho que sí —le digo exasperada y
poniendo los ojos en blanco.
Christian ríe un poco al otro lado del
teléfono.
—Siempre sé cuándo estás poniendo los ojos en
blanco aunque no te vea.
Miro el auricular con el ceño fruncido.
—Oye, lo siento. No quería preocuparte. Se lo
voy a decir a Kate.
—Bien —dice con alivio evidente. Me siento
culpable por haberle preocupado.
—¿Dónde estás?
—En la pista del aeropuerto JFK.
—Oh, acabas de aterrizar…
—Sí. Me has pedido que te llamara en cuanto
aterrizara.
Sonrío. Mi subconsciente me mira un poco
enfadada: ¿Ves? Él hace lo que dice que va a hacer…
—Bueno, señor Grey, me alegro de que uno de los
dos sea tan puntilloso.
Christian se ríe.
—Señora Grey, tiene un don inconmensurable para
la hipérbole. ¿Qué voy a hacer con usted?
—Estoy segura de que se te ocurrirá algo
imaginativo. Siempre se te ocurre algo.
—¿Estás flirteando conmigo?
—Sí.
Noto que sonríe.
—Tengo que irme, Ana. Haz lo que te he dicho,
por favor. El equipo de seguridad sabe lo que hace.
—Sí, Christian, lo haré. —Vuelvo a sonar
irritada. Vale, he captado el mensaje…
—Te veo mañana por la noche. Y te llamo luego.
—¿Para comprobar lo que estoy haciendo?
—Sí.
—¡Oh, Christian! —le regaño.
—Au revoir, señora Grey.
—Au revoir, Christian. Te quiero.
Inspira hondo.
—Y yo a ti, Ana.
Ninguno de los dos cuelga.
—Cuelga, Christian… —le susurro.
—Eres una mandona, ¿lo sabías?
—Tu mandona.
—Mía —dice—. Haz lo que te digo. Cuelga.
—Sí, señor. —Cuelgo y me quedo mirando
estúpidamente al teléfono.
Unos segundos después aparece un correo en mi
bandeja de entrada.
De: Christian Grey
Fecha: 25 de agosto de 2011 13:42
Para: Anastasia Grey
Asunto: Mano suelta
Señora Grey:
Me ha resultado tan entretenida como siempre por
teléfono.
Haz lo que te he dicho, lo digo en serio.
Tengo que saber que estás segura.
Te quiero.
Christian Grey
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Él sí que es un mandón. Pero con una llamada de
teléfono toda mi ansiedad ha desaparecido. Ha llegado
sano y salvo y está demasiado preocupado por
mí, como siempre. Me rodeo el cuerpo con los brazos. Dios,
cuánto quiero a ese hombre. Hannah llama a la
puerta, lo que me distrae y me devuelve a la realidad.
Kate está fantástica. Lleva unos vaqueros
blancos ajustados y una camisola roja y parece lista para poner
patas arriba la ciudad. Cuando llego la veo
charlando animadamente con Claire, la chica de la recepción.
—¡Ana! —grita envolviéndome en uno de esos
abrazos tan típicos de Kate. Luego extiende los brazos
para separarse un poco y me mira de arriba
abajo.
—Ahora sí que pareces la mujer del
multimillonario. ¿Quién lo habría dicho al ver a la pequeña Ana
Steele? Se te ve tan… sofisticada. —Sonríe y yo
pongo los ojos en blanco. Llevo un vestido recto de color
crema con un cinturón azul marino a juego con
los zapatos planos.
—Me alegro de verte, Kate —digo abrazándola.
—Bien, ¿adónde vamos?
—Christian quiere que nos quedemos en el piso.
—¿Ah, sí? ¿Y no podemos tomarnos un cóctel
rapidito en el Zig Zag Café? He reservado una mesa.
Abro la boca para protestar.
—Por favor… —suplica y pone un mohín muy dulce.
Se le deben de estar pegando esas cosas de Mia.
Ella antes no hacía esos gestos. La verdad es
que me apetece mucho un cóctel en el Zig Zag. Nos lo pasamos
muy bien la última vez que fuimos y está cerca del
apartamento de Kate.
—Uno —digo extendiendo el dedo índice.
Sonríe.
—Uno.
Me coge del brazo y salimos en dirección al
coche, que está aparcado en la acera con Sawyer al volante.
Nos sigue la señorita Belinda Prescott, que es
nueva en el equipo de seguridad: una mujer afroamericana con
una actitud bastante firme y autoritaria.
Todavía no me acaba de caer bien, tal vez porque es demasiado fría y
profesional. Su contratación no es definitiva
aún, pero como el resto del equipo, la ha elegido Taylor. Va
vestida como Sawyer, con un traje pantalón
oscuro y discreto.
—¿Puedes llevarnos al Zig Zag, por favor,
Sawyer?
Sawyer se gira para mirarme y sé que está a
punto de decir algo. Obviamente ha recibido órdenes. Duda.
—Al Zig Zag Café. Solo vamos a tomar una copa.
Miro a Kate con el rabillo del ojo y veo que
está observando a Sawyer. Pobrecito…
—Sí, señora.
—El señor Grey ha pedido expresamente que
ustedes fueran al piso —apunta Prescott.
—El señor Grey no está aquí —le respondo—. Al
Zig Zag, por favor.
—Sí, señora —repite Sawyer con una mirada de
soslayo a Prescott, que inteligentemente se muerde la
lengua.
Kate me mira con la boca abierta como si no se
pudiera creer lo que está viendo y oyendo. Yo frunzo los
labios y me encojo de hombros. Vale, soy un
poco más autoritaria de lo que era antes. Kate asiente mientras
Sawyer se introduce en el tráfico de primera
hora de la noche.
—¿Sabes que las nuevas medidas de seguridad
adicionales están volviendo locas a Grace y a Mia? —me
cuenta Kate.
La miro boquiabierta y perpleja.
—¿No lo sabías? —Parece no poder creérselo.
—¿El qué?
—Que han triplicado la seguridad de todos los
miembros de la familia Grey. O más bien la han
multiplicado por mil…
—¿De verdad?
—¿No te lo ha dicho?
—No. —Me ruborizo. Maldita sea, Christian—. ¿Sabes
por qué?
—Por lo de Jack Hyde.
—¿Qué pasa con Jack? Creía que solo iba a por
Christian. —Estoy alucinada. Vaya… ¿Por qué no me lo
ha dicho?
—Desde el lunes —prosigue Kate.
¿El lunes pasado? Mmm… Identificamos a Jack el
domingo. Pero ¿por qué todos los Grey?
—¿Cómo sabes todo eso?
—Por Elliot.
Claro.
—Christian no te ha contado nada de esto, ¿eh?
—No —confieso y vuelvo a ruborizarme.
—Oh, Ana, qué irritante…
Suspiro. Como siempre, Kate ha dado justo en el
clavo con el estilo directo como un mazazo que la
caracteriza.
—¿Y sabes por qué? —Si Christian no me lo va a
contar, tal vez Kate sí.
—Elliot dice que tiene algo que ver con la
información que había en el ordenador de Jack Hyde cuando
trabajaba en Seattle Independent Publishing.
Madre mía…
—Tienes que estar de broma. —Siento una oleada
de furia que me inunda el cuerpo. ¿Cómo puede saberlo
Kate y yo no?
Levanto la vista y veo a Sawyer observándome
por el retrovisor. El semáforo se pone en verde y él vuelve
a mirar hacia delante, concentrado en la
carretera. Me pongo el dedo sobre los labios y Kate asiente. Estoy
segura de que Sawyer también lo sabe, aunque yo
no.
—¿Cómo está Elliot? —le pregunto para cambiar
de tema.
Kate sonríe tontamente y eso me dice todo lo
que necesito saber.
Sawyer aparca a la entrada del pasaje que lleva
al Zig Zag Café y Prescott me abre la puerta. Salgo y Kate
lo hace también detrás de mí. Nos cogemos del
brazo y cruzamos el pasaje seguidas de Prescott, que luce una
expresión de malas pulgas. ¡Oh, por favor, es
solo una copa! Sawyer se va para aparcar el coche.
—¿Y de qué conoce Elliot a Gia? —le pregunto
dándole un sorbo a mi segundo mojito de fresa. El bar es
íntimo y acogedor y no quiero irme. Kate y yo
no hemos dejado de hablar. Se me había olvidado cuánto me
gusta salir con ella. Es liberador salir,
relajarse y disfrutar de la compañía de Kate. Se me ocurre que podría
mandarle un mensaje a Christian, pero pronto
rechazo la idea. Se pondría furioso y me haría volver a casa
como a una niña díscola.
—¡No me hables de esa zorra! —exclama Kate.
Su reacción me hace reír.
—¿Qué te divierte tanto, Steele? —me suelta
fingiendo irritación.
—Que tengo la misma opinión de ella.
—¿Ah, sí?
—Sí. No dejaba en paz a Christian.
—Creo que tuvo algo con Elliot. —Kate vuelve a
hacer lo del mohín.
—¡No!
Asiente, aprieta los labios y pone el patentado
ceño de Katherine Kavanagh.
—Fue algo breve. El año pasado, creo. Es una
trepa. No me extraña que haya puesto los ojos en Christian.
—Pues Christian está pillado. Le dije que le
dejara en paz o la despedía.
Kate vuelve a mirarme con la boca abierta una
vez más, asombrada. Asiente orgullosa y levanta su copa en
un brindis, impresionada y sonriente.
—¡Por la señora Anastasia Grey! ¡Cuidado con
ella! —Y entrechocamos las copas.
—¿Elliot tiene algún arma?
—No. Está totalmente en contra de las armas
—dice Kate revolviendo su tercera copa.
—Christian también. Creo que ha sido influencia
de Grace y Carrick —le digo. Empiezo a notarme un
poco achispada.
—Carrick es un buen hombre —dice Kate
asintiendo.
—Quería que firmara un acuerdo prematrimonial
—murmuro con cierta tristeza.
—Oh, Ana. —Estira el brazo sobre la mesa y me
coge la mano—. Solo estaba preocupándose por su hijo.
Las dos somos conscientes de que siempre vas a
llevar el título de cazafortunas tatuado en la frente. —Me
sonríe. Yo le saco la lengua y después me río
también—. Madure, señora Grey. —Ahora suena como
Christian—. Tú harás lo mismo por tu hijo algún
día.
—¿Mi hijo? —No se me había ocurrido que mis
hijos también van a ser ricos. Demonios. No les va a faltar
de nada. Y con nada quiero decir… nada. Tengo
que darle unas cuantas vueltas a eso… pero ahora mismo
no. Miro a Prescott y a Sawyer, que están
sentados cerca y nos observan a nosotras y al resto de gente del bar
con un vaso de agua mineral con gas cada uno.
—¿No crees que deberíamos comer algo? —le
pregunto.
—No. Deberíamos seguir bebiendo —responde Kate.
—¿Por qué tienes tantas ganas de beber?
—Porque no te veo todo lo que yo quisiera. No
imaginé que te daría tan fuerte y te casarías con el primer
tipo que te pusiera la cabeza patas arriba.
—Repite el mohín—. Te casaste con tanta prisa que creí que estabas
embarazada.
Suelto una risita.
—Todo el mundo pensó lo mismo. Pero no
resucitemos esa conversación, por favor. Y además tengo que
ir al baño.
Prescott me acompaña. No dice nada, pero
tampoco hace falta que lo haga. La desaprobación irradia de su
cuerpo como un isótopo letal.
—No he salido sola desde que me casé —digo para
mí, mirando la puerta cerrada del baño. Hago una
mueca sabiendo que ella está de pie al otro
lado de la puerta, esperando a que termine de hacer pis. ¿Y qué
iba a hacer Hyde en un bar? Christian está
reaccionando exageradamente, como siempre.
—Kate, es tarde. Deberíamos irnos.
Son las diez y cuarto y acabo de terminarme mi
cuarto mojito. Ya estoy empezando a sentir los efectos del
alcohol: tengo calor y la vista borrosa.
Christian estará bien. Cuando se le pase…
—Claro, Ana. Me he alegrado mucho de verte. Se
te ve tan, no sé… segura. El matrimonio te sienta bien,
sin duda.
Me sonrojo. Viniendo de Katherine Kavanagh eso
es más que un cumplido.
—Sí, es cierto —murmuro y como he bebido
demasiado, los ojos se me llenan de lágrimas.
¿Podría ser más feliz? A pesar de todo el
equipaje que trae, de su naturaleza y de sus sombras, he conocido
y me he casado con el hombre de mis sueños.
Cambio rápidamente de tema para alejar esos pensamientos tan
sentimentales, porque si no sé que voy a acabar
llorando.
—Me lo he pasado muy bien. —Le cojo la mano—.
¡Gracias por obligarme a venir!
Nos abrazamos. Cuando me suelta, asiento en
dirección a Sawyer y él le pasa las llaves del coche a
Prescott.
—Estoy segura de que la señorita
te-miro-por-encima-del-hombro Prescott le ha dicho a Christian que no
estamos en el piso. Y él se habrá puesto
furioso —le digo a Kate. Y tal vez se le haya ocurrido alguna forma
deliciosa de castigarme… Ojala…
—¿Por qué sonríes como una tonta, Ana? ¿Es que
te gusta poner furioso a Christian?
—No. La verdad es que no. Pero es tan fácil… Es
muy controlador a veces. —Más bien casi todo el
tiempo…
—Ya lo he notado —dice Kate lacónicamente.
Aparcamos delante del apartamento de Kate y
ella me da un abrazo fuerte.
—No te conviertas en una extraña —me susurra y
me da un beso en la mejilla. Después sale del coche.
La despido con la mano y de repente siento una
extraña nostalgia. Echaba de menos la charla de chicas. Es
divertida y relajante y me recuerda que todavía
soy joven. Tengo que esforzarme más en encontrar tiempo
para ver a Kate, pero lo cierto es que me
encanta estar en la burbuja con Christian. Anoche fuimos a la cena
de una organización de caridad. Había muchos
hombres con trajes y mujeres elegantes y arregladas hablando
de los precios de las propiedades
inmobiliarias, de la caída de la economía y de los mercados emergentes.
Algo aburrido, aburridísimo. Es refrescante
soltarme el pelo con alguien de mi edad.
Me ruge el estómago. Todavía no he cenado.
¡Mierda! ¡Christian! Rebusco en el bolso y saco la
BlackBerry. Oh, madre mía… Cinco llamadas
perdidas. Y un mensaje:
*¿DÓNDE DEMONIOS ESTÁS?*
Y un correo:
De: Christian Grey
Fecha: 26 de agosto de 2011 00:42
Para: Anastasia Grey
Asunto: Furioso. Más furioso de lo que me has visto nunca
Anastasia:
Sawyer me ha dicho que estás bebiendo cócteles en
un bar, algo que me has dicho que no ibas a hacer.
¿Te haces una idea de lo furioso que estoy en este
momento?
Hablaremos de esto mañana.
Christian Grey
Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.
Se me cae el alma a los pies. ¡Oh, mierda!
Ahora sí que la he hecho buena. Mi subconsciente me mira
enfadada, después se encoje de hombros y pone
la expresión de «tú te lo has buscado». Pero ¿qué esperaba?
Pienso en llamarle, pero es muy tarde y
probablemente estará durmiendo… O caminando arriba y abajo.
Decido que un mensaje rápido será suficiente.
*ESTOY ENTERA. ME LO HE PASADO MUY BIEN. TE
ECHO DE MENOS. POR FAVOR NO TE
ENFADES*
Me quedo mirando la BlackBerry deseando que me
responda, pero el aparato permanece en silencio.
Suspiro.
Prescott aparca delante del Escala y Sawyer
sale para abrirme la puerta. Mientras esperamos al ascensor,
aprovecho la oportunidad para hacerle unas
cuantas preguntas.
—¿A qué hora te ha llamado Christian?
Sawyer se ruboriza.
—A las nueve y media más o menos, señora.
—¿Y por qué no interrumpiste mi conversación
con Kate para que pudiera hablar con él?
—El señor Grey me dijo que no lo hiciera.
Frunzo los labios. Llega el ascensor y subimos
los dos en silencio. De repente me alegro de que Christian
tenga toda la noche para recuperarse de su
arrebato y de que esté en la otra punta del país. Eso me da un poco
de tiempo. Pero por otro lado… le echo de
menos.
Se abren las puertas del ascensor y durante un
segundo me quedo mirando la mesa del vestíbulo.
¿Qué es lo que no está bien en esa imagen?
El jarrón de las flores está hecho trizas y los
fragmentos desparramados por todo el suelo del vestíbulo. Hay
agua, flores y trozos de cerámica por todas
partes y la mesa está volcada. De repente siento que se me eriza el
vello y Sawyer me agarra del brazo y tira de mí
de vuelta al ascensor.
—Quédese aquí —dice entre dientes y saca un
arma. Entra en el vestíbulo y desaparece de mi campo de
visión.
Yo me pego contra la pared del fondo del
ascensor.
—¡Luke! —oigo llamar a Ryan desde alguna parte
del salón—. ¡Código azul!
¿Código azul?
—¿Tienes al sujeto? —le responde Sawyer—. ¡Dios
mío!
Me pego aún más contra la pared. ¿Qué está
pasando? La adrenalina me empieza a correr por el cuerpo y
tengo el corazón en la garganta. Oigo hablar en
voz baja y un momento después Sawyer vuelve a aparecer en
el vestíbulo y pisa un charco de agua. Ha
guardado el arma en su pistolera.
—Ya puede entrar, señora Grey —me dice con
tranquilidad.
—¿Qué ha pasado, Luke? —Mi voz no es más que un
susurro.
—Hemos tenido visita. —Me coge por el codo y yo
me alegro del apoyo que me proporciona, porque las
piernas se me han convertido en gelatina. Cruzo
con él las puertas dobles abiertas.
Ryan está de pie en la entrada del salón. Tiene
un corte encima del ojo que está sangrando y otro en la
boca. Parece que ha pasado un mal rato y tiene
la ropa desaliñada. Pero lo que más me sorprende es ver a
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